De Cerro Viento a El Dorado Salí de casa de mi madre en Cerro Viento. Se me ocurrió traerme la patineta que de niño usaba. Estaba llena de polvo y algo maltratada, pero no tenía nada que indicara que no se podía usar. "Para dónde vas con eso", preguntó mamá. Le contesté con una sonrisa, tal vés la misma de niño travieso que solía darle cuando me escapaba a patinar por las angostas aceras y calles del vecindario. Bajé por la calle por donde estaba la casa de mamá. Tuve que abandonar la acera porque o bien las veraneras u otras plantas que sobresalían por encima de las cercas de los vecinos me podían lastimar el rostro, o porque la misma se angostaba debido a que los vecinos, para aprovechar hasta el último pedacito de terreno, habían construidos sus cercas o muros mucho más allá de los límites de su propiedad. Más allá de "la municipal", como alguna vez escuché decir al maestro de obra que erigió la cerca de la casa de mamá. Y así lo habían hecho la mayorí...